jueves, 13 de marzo de 2014

Periodista ¿se nace o se hace?

Miguel Gil Moreno fue la clara personificación del periodismo como arma de lucha más allá del frente

Ni Bosnia, ni Kosovo, ni siquiera África, consiguieron deshumanizar a Miguel Gil a pesar de presenciar incontables muertes en todos los conflictos en que participó. Su formación iba más allá de unos estudios, y por eso marcaba la diferencia entre el resto de jóvenes periodistas. 

Dejó la abogacía para coger una cámara y grabar las historias de aquellos inocentes que murieron en las guerras más injustas. Se metió de lleno en el periodismo, en su vertiente más arriesgada y comprometida: la de dar voz a aquellos que no la tienen. Aquellos perdieron la vida y que no tenían nada más que una historia que contar fueron bendecidos con la presencia de Miguel y su empeño por grabar con una mano mientras les tendía su ayuda con la otra. 

“Vives la vida de manera diferente al resto de europeos”, decía al formar parte de una población sometida a bombardeos diarios. A pesar de ello, las experiencias más intensas que vivió fueron las conversaciones con la gente, las que le permitieron ver la innegable verdad en los ojos de alguien. Se trasladó al lugar de los hechos igual que trasladaba los hechos a nuestras televisiones mostrándonos el dolor en primera persona.


Considerado como un misionero de la comunicación, su legado refleja el utilitarismo que se lleva a cabo en el periodismo y lo peligroso que puede llegar a ser no en el frente, sino cuando cae en manos de alguien que lo puede maltratar. Ahí es donde reside la clave del buen periodista, en su grado de compromiso con la realidad, la necesidad de vivirla y ser fiel a ella. Consiste en sentir que tu misión es contar lo que está pasando al mundo entero porque, al fin y al cabo, sería injusto e ilógico negarle a alguien el acceso a conocer la verdad.

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